lunes, 2 de junio de 2014

Aquí hay algo distinto



(Orar con Marcos 1, 1-8)
Ser cristiano es haber descubierto el secreto de la verdadera alegría. Esta alegría tiene mucho que ver con volver a vivir la vida en Dios. El mundo de hoy, la gente, habla de sobrevivir, de malvivir, de convivir, pero nuestra gente se viste de tristeza y de aburrimiento por las calles. Tendrá razón quien dijo que el aburrimiento salvará al mundo, porque es hora de volver a la necesidad de descubrir caminos nuevos para vivir a tope. La llamada a la conversión es siempre una llamada a descubrir la verdadera vida. Para san Juan, convertirse es volver la mirada, una y otra vez, a quien tiene traspasado el corazón; para Pablo, convertirse es vivir con los sentimientos de Cristo, pero todos dicen lo mismo: la clave es haber descubierto a Cristo, como camino de vida verdadera. Le preguntaban a la Madre Teresa de Calcuta cuál era el secreto de su vida. Los periodistas trataban de arrancarle a esta santa mujer su secreto más codiciado. Ella bajó la voz y, con mucha sencillez y sentido del humor, dijo: «¡Mi secreto es Jesús, y se lo podéis decir a todos!»
Ésta es la clave de una vida que deseamos vivir al estilo de Jesús, haber descubierto el secreto de la verdadera vida. Si los cristianos diéramos testimonio, si nuestra luz alumbrara a tanta gente que languidece y vive sin vida, otro gallo cantaría. Podemos luchar contra todo lo que nos parezca que quita el gozo de vivir a las personas, pero como no vean en nosotros un testimonio de vida, nos pasará que nos hemos parado en Juan Bautista, quien decía: Preparad el camino del Señor, pero no habremos crecido a la vida que anuncia Cristo.
Tenemos que denunciar y anunciar. El secreto es que, muchas veces, a nuestra sociedad le ocurre que no sabe qué inventarse para hacernos felices. Poco a poco nos va descubriendo que la vida está ya bien inventada, y que todo lo que no nos ayuda a vivir a tope la esperanza tiene las fechas contadas. Existen muchas cosas que tienen fecha de caducidad. Sólo el amor, sobre todo el amor de Dios, no se acaba. Es siempre una novedad y es la fuente de la verdadera conversión, de vivir allanando el camino del Señor. Hace unos años, en Valladolid, me encontré con un joven que vino a verme y me comentó: «Pasaba por aquí y he entrado porque he visto gente feliz, y me he dicho: Aquí hay algo distinto».
Es necesario que hoy, en medio de nuestra tierra, sembremos en el corazón la semilla de la esperanza a través de que nuestro discurso, junto con el de la renuncia, como el de Juan Bautista, vaya acompañado, inseparablemente, del anuncio de la Buena Noticia de Jesús. Juan es gesto, Jesús es la Palabra. Juan transmite temor, Jesús esperanza. Juan vive en el desierto, Jesús ha puesto su tienda entre nosotros.
Volver a vivir. Volver a estrenar cada día la alegría de ser cristiano. Sin fanatismos, pero sin complejos. Descubrir el gozo de que la esperanza siempre nos pertenece. Que no vivir en esperanza es traicionar el mensaje de Jesús. Que el Evangelio es siempre el anuncio gozoso de un Amor Total, y que ese anuncio descubre que muchas cosas no van bien. Pero que sabemos que, entre todos, podemos y debemos continuar construyendo la civilización del Amor que es el mensaje de este Adviento.