martes, 9 de abril de 2013

Por tu inmensa compasión borra mi culpa

Espiritualidad de conversión para todos los tiempos y el Sacramento de la Penitencia
Editorial: Monte Carmelo
Año de edición: 2012
ISBN: 978-84-8353-474-8

Los salmos son escuela de oración. Ayudan a releer la Biblia en clave de sentimiento gracias a la mediación del poeta bíblico. Y hacen que nos sintamos Iglesia evitando el peligro del individualismo orante.
Nuestro entrañable y conocidísimo autor nos ayuda en estas páginas a orar el Salmo 50. Y como es costumbre en él, juntamente con el comentario al Salmo, ofrece unas sugerentes preguntas al final de cada capítulo que ayudan al lector a centrar su lectura y meditación.
Su comentario lo divide en tres partes, atendiendo a la estructura del tiempo: pasado, presente y futuro. En la primera parte, invita a descubrir la misericordia y bondad del Señor para que cuando el pecador reconozca su culpa encuentre asideros donde agarrarse para poder superar la depresión que produce el descubrimiento de la autodestrucción del pecado.
En la segunda, anima a vivir el presente como tiempo de conversión. Reconocer el pecado es el primer paso para la confesión, para vivir la tensión hacia la santidad. La virtud de la humildad se ejercita cuando se tiene conciencia de creatura, cuando el creyente se reconoce necesitado de la misericordia de Dios.
Para terminar, nos anima a vivir en esperanza, alegres, confiados. El convenido tiene todo un camino por delante, no solo a nivel individual, sino también comunitario: reconstruir lo que está derribado, sembrar lo que ha sido arrancado. Con este Salmo, en fin, el cristiano recorre un camino que nace en la confesión de los pecados, transcurre por las sendas de la renovación interior y termina en el compromiso misionero.
Amable lector, descálzate y coloca tus pies desnudos sobre la tierra santa del Salmo 50, pues, como nos dice Don Francisco Cerro, sin humildad no hay encuentro con el Señor. De ahí que cada viernes la comunidad de los creyentes estemos invitados a introducirnos en el corazón traspasado de Cristo para lavar nuestra culpa y nuestro pecado con la sangre y el agua del Crucificado.
 (De la contraportada del libro)