viernes, 26 de abril de 2013

Decálogo de un sacerdote


Un sacerdote debe ser:
1.  A la vez muy grande y muy pequeño.
2.  De espíritu noble, y a la vez sencillo como el labriego.
3.  Héroe que ha triunfado de sí mismo y hombre que luchó contra Dios. Fuente inagotable de santidad y pecador a quien Dios perdonó.
4.  Señor de sus propios deseos, y servidor de los más débiles.
5.  Alguien que jamás se doblegó frente a los poderosos, y sólo se inclina ante los humildes.
6.  Dócil discípulo de su maestro, y caudillo de valerosos combatientes.
7.  Pordiosero de manos suplicantes, y mensajero que distribuye el oro a manos llenas.
8.  Animoso soldado en la batalla, y mano tierna para el enfermo. Anciano por la prudencia que pone en sus consejos, y niño que confía en los demás.
9.  Hecho para la alegría, y curtido por el sufrimiento.
10.  Ajeno a toda envidia, transparente en sus pensamientos, sincero en la palabra, amigo de la paz, enemigo de la pereza, seguro de sí mismo.